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martes, 4 de noviembre de 2008

VIDA Y OBRA Desde 1815 hasta 1817

El caudillo, entretanto, permanecía en su campamento del Hervidero, como activo factor de los sucesos que iban a desarrollarse en el vasto escenario de las provincias. Estos culminaron en la sublevación del ejército directorial en Fontezuelas, lo que aparejó la caída de Alvear y la disolución de la Asamblea Constituyente que sesionaba en Buenos Aires, el 16 de abril de 1815.
El Coronel Alvarez Thomas, erigido como nuevo Director, trató de acordar su política con la de Artigas a quien la Provincia Oriental reconocía como su jefe natural, mientras que las de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba eran gobernadas por elementos que respondían a sus propósitos.
Una Liga Federal estaba virtualmente constituida, y Artigas trazaba sus rumbos con el título de Protector de los Pueblos Libres, buscando la organización bajo el gobierno federativo democrático, derivado de la voluntad popular, base de toda soberanía.
Es en tal ocasión que Alvarez Thomas envió al gran caudillo, a varios jefes de la fracción vencida, prisioneros y rehenes, para que dispusiera su castigo. Este no los quiso admitir, diciendo con altiva nobleza que él no era "el verdugo de Buenos Aires".
Como debe notarse muy bien, en este trascendental momento histórico Artigas adquiere perfiles de estadista que supera el título de simple jefe de una provincia. Sus firmes rumbos democráticos, sus ideas de gobierno con fórmulas o concepciones adivinadas apenas en otras partes del mundo, uniéndose a la enorme vastedad del escenario, lo convierten en una figura continental.
Los dos principios antagónicos que se disputaban la primacía en el antiguo virreinato platense se hallan frente a frente y de modo claro. El federalismo con el Protector, que sienta sus bases en el Congreso de Concepción del Uruguay -julio del año 15-, y el unitarismo de Buenos Aires con su Directorio, que proclama la independencia de las Provincias Unidas por boca del Congreso de Tucumán, el 9 de Julio de 1816, elaborando una constitución inaplicable y buscando como fórmula de solución el implantamiento de una monarquía absurda.
No era fácil prever hasta qué extremos podría llegarse en la lucha, y poco seguros de su fuerza, los hombres de Buenos Aires maniobraron en el sentido de traer al terreno a los portugueses, que eran dueños del Brasil, enderezándolos contra Artigas bajo la acusación de que su existencia e influencia significaban un poderoso foco de anarquía, cuyo fuego podía comunicarse a las provincias meridionales del Reino.
La ocasión tan esperada de posesionarse de la margen izquierda del Río Uruguay, redondeando geográficamente por el sur la inmensa colonia americana, sueño dorado de la monarquía portuguesa, se iba a convertir en una realidad, y la Provincia Oriental fue invadida por cuatro cuerpos de ejército. Eran más de diez mil hombres al mando del General Carlos Federico Lecor, militar experimentado y político de dudosa moral. En agosto de 1816, los primeros soldados portugueses hollaron nuestro territorio.
El unitarismo monárquico vio venir la invasión que lo libraría del caudillo federalista, con la tranquilidad y satisfacción de un cómplice.
Artigas se aprestó a la resistencia, solo y ajustado al plan que sus mismos enemigos iban a reconocer excelente y el único posible. Pero la victoria dio la espalda a los patriotas: Artigas personalmente fue derrotado en Carumbé el 27 de octubre; Rivera, su mejor lugarteniente, tuvo igual destino en India Muerta el 19 de noviembre.
Mientras tanto, los invasores progresaban por el sur internándose cautelosamente hacia Montevideo, cuyo Cabildo, sin espíritu suficiente, desorientado por promesas de Buenos Aires, negoció el 8 de diciembre del 1816 la anexión de la Banda a las Provincias Unidas a cambio del auxilio armado de éstas, acuerdo que Artigas rechazó, y que Buenos Aires no iba a cumplir tampoco.

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